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La belleza indescriptible de un naranjo en flor nos arrastra a un sueño de templada primavera y allí nos vemos transportados al deleitarnos con el sabor de una jugosa naranja ecológica o de una deliciosa mandarina clementina en estos días fríos de diciembre. Si nos concentramos lo suficiente podemos sentir el suave aroma de la flor de azahar como si ahora mismo paseásemos por un campo de naranjos.
La flor de azahar le debe su nombre a la lengua árabe, en cuya variante clásica az-zahr significaba flor. Se utiliza para denominar no sólo a la flor del naranjo sino a la de los cítricos en general y se suele aplicar a distintos tipos de flores blancas. Para los árabes esta flor representa la pureza, la inocencia, la castidad y por eso es costumbre que las novias la lleven en su ramo al contraer matrimonio. Un hábito heredado en occidente al importarlo los Cruzados como bagaje cultural tras su estancia en países del Medio Oriente durante la Guerra Santa.
Históricamente, también es remarcable la presencia del nombre como topónimo en la ciudad de Medina Azahara, la ciudad de las flores, considerada «la Versalles de la Edad Media» y cuyos restos arqueológicos son considerados Bien de Interés Cultural.
Su variante femenina, Azahara, al igual que otros nombres de flores, se emplea como nombre propio femenino.
La flor de azahar, además de ser admirada por su belleza, es rica en hesperidina, un flavonoide que le confiere propiedades calmantes. Su uso en infusiones se aplica para aliviar dolores menstruales, cólicos, dolores de cabeza, desmayos, ansiedad e insomnio. No se recomienda sin embargo su consumo en mujeres embarazadas, pacientes con gastritis o niños menores de seis años. Tampoco es aconsejable la exposición al sol tras aplicarlo sobre la piel ya que produce fotosensibilidad.
También se puede consumir extrayendo sus aceites esenciales. Conocido entonces como aceite de Nerolí, se utiliza en cosmética como tónico facial, desmaquillante y perfume.
En repostería es muy extendido su uso como aromatizante natural.
“ […] En las barras de las tabernas
Cantan los viejos marineros
Que la flor del naranjo
Desde alta mar se huele,
Y enloquece a aquellos que,
con la luna, navegan sus trampas
Y no se salva del mal
Quien de su canto no se aleja.[…]”
(“El mal del azahar” Joan Manuel Serrat – Manuel Vicent)
[Publicado por Alicia Ballesteros]